El 19 de junio de 2010, viajamos junto a Silvia Ferreyra y Rubén Carballo, ambos integrantes de la CONIS (Comisión Nacional contra la impunidad y por seguridad), para interiorizarnos de la represión sucedida en la ciudad de Bariloche, solidarizarnos con los familiares de los jóvenes asesinados y ayudar en lo que fuera posible, aparte de crear vínculos que nos permitieran seguir informados a pesar de la distancia y los condicionamientos con que los medios toman la situación. Con parte de la información que recolectamos, elaboramos este informe de la situación social que atraviesa Bariloche, con ello pretendemos comenzar a dar luz a este emergente social, indagar sus causas y reconocer el entramado que produjo mucho más que un día de furia.
La sociedad de Bariloche tiene un grado de fragmentación tan alto, con componentes de xenofobia, racismo y discriminación que las consecuencias a largo, mediano e incluso corto plazo pueden ser impredecibles.
Los niños y jóvenes de los barrios altos de Bariloche, los barrios más pobres, sufren en carne propia desde hace años exclusión, marginación, discriminación, persecución, maltrato y torturas.
Algunos ejemplos: Niños de diez años que estaban jugando y como travesura se subieron a un tanque fueron maltratados y golpeados por la policía. Los adolescentes no pueden jugar a la pelota en la calle porque son maltratados por la policía que les dice que se juntan para robar. La cancha municipal solo la pueden usar si pagan un arancel de 25 pesos y la canchita que pertenece a la parroquia no la pueden usar ya que el sacerdote aduce que se la estropean y a el le costó mucho hacerla, por lo que no se las presta. No tienen lugares de esparcimiento, recreación, contención, ni merenderos o comedores. Los compañeros de Diego Bonefoi, habían estado organizando un festival para comprar matafuegos, botiquín y cortinas para las aulas, cosas que el Estado debería proveer, así como una fotocopiadora para los alumnos. Muchos de ellos son de origen mapuche, pero es tal la xenofobia que sufren que son empujados a renegar de su origen o a rebelarse de la peor manera. No los dejan acercarse a los barrios cercanos al centro cívico, si la policía los ve inmediatamente los echa y hasta llegan a encarcelarlos. Son parias en su tierra , la tierra de sus antepasados. Son discriminados, maltratados, humillados y vejados sólo por ser pobres, mapuches, chilenos, etc. La Cámara de Comercio de Bariloche tiene una ordenanza por la que en caso de haber una vacante de trabajo se le da prioridad a los que estudiaron en escuelas o universidades privadas, con lo que la desigualdad tiende a reproducirse y agudizarse. Durante los días de represión y también los posteriores a ellos reinó un verdadero estado de sitio, con el grupo Bora recorriendo los barrios en camionetas apuntando con las itakas a la gente, algo que uno quizás solo está acostumbrado a ver en las películas de Afganistán o Irak, los chicos apresados fueron literalmente cazados, golpeados, amenazados de muerte y desaparición, fueron encerrados en una celda mojada donde les tiraron gas pimienta (tengo entendido que el agua y la humedad aumentan la absorción y la toxicidad del gas pimienta). A los chicos que cazaron en el Shopping cuando iban al baño, les saltaban sobre los brazos y manos para quebrarlos y que no le tiren más piedras a la policía, a decir de los Bora, grupo que tiene una impunidad fuera de lo normal, incluso para una fuerza policial, el viernes a la noche cortaron la luz de los barrios altos y realizaron una emboscada, tirando gases y tiros a los chicos que estaban cortando la ruta para protestar por los asesinatos ocurridos. En este complejo entramado represivo, están implicados policías, integrantes del grupo bora, el poder judicial, ejecutivo y aún legislativo (3 concejales participaron de la contramarcha que pedía que la policía matara más chicos y realizara una “limpieza” de la sociedad). Muchos de los chicos con los que hablamos rompían en crisis de llanto por el trauma sufrido por la represión y también por los años de llanto, furia, bronca y dolor contenidos. Esta fragmentación social está fomentada por la cámara de comercio porque quieren hacer de los barrios más pobres de Bariloche un ghetto, un campo de exterminio, para mantener a toda costa la imagen que muestran al turismo internacional, aunque tengan que negarle el futuro y, peor aún, el presente a los chicos pobres de Bariloche, chicos que desde hace años nos están pidiendo ayuda a gritos, es hora de que los escuchemos y se encuentre a los autores materiales así como a los responsables políticos de tal atrocidad.
Karina Almirón, psicóloga social, y Flavio Chavez
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