Los medios la rodeban. Eran las tres y media de la tarde y ella estaba aguardando en el bar "El Kibon" frente a la estación de tren Ezeiza. Lo único que quería era acostarse a dormir porque ya estaba cansada. Estaba con sueño y repitiendo, una y otra vez, el calvario que vivió. Vestía una campera de jean, una remera negra y un pantalón que coincidia con el material de la campera, como queriendo pasar desapercibida. Sin embargo, el sol captaba su cabello rubio recogido y sus ojos claros llamando la atención de la gente que pasaba y le murmuraba al oído a su acompañante: "ahí esta, es ella".
Graciela cañete tiene 22 años. Salió de su casa para encontrarse con quien le había prometido bailar en las comparsas del carnaval de Gualeguaychú. Caminó por la avenida aledaña a la estación y adornada con palmeras hasta llegar a la esquina. Una esquina que sirvió de punto de encuentro y de agujero negro para su captura. Una camioneta 4x4 negra la interceptó dos personas se bajaron, forcejearon con ella para meterla dentro y se la llevaron. Dentro de ese auto del terror le dieron una bebida para que se duerma. Bebida que no solo la mantuvo dormida por varias horas hasta despertar en el prostíbulo, sino que se iba a convertir en el agua de todos los días. "Siempre me daban el mismo líquido para mantenernos dormidas", moduló Graciela.
Fueron tres días de terror. Cuando despertó un travesti se le acercó y le informó que estaba en un prostíbulo, pero que no se preocupara porque él la iba a ayudar a salir. "Cuando me despierto, por primera vez, tenía un hombre arriva mio pero como vio que reaccione se levantó y se fue", dijo la joven.
Paralelamente, el abogado de la causa, Yaggi, junto con los integrantes de Convergencia de Izquierda se unieron para ganarle la batalla a un sistema perverso como lo es la trata de personas.
La fecha de captura coincidió con el día de la madre. Ese detalle fue el que logró en gran parte que el travesti y Graciela pudieran escaparse de ese primer piso. Quienes los regenteaban no estaban en el lugar.
Saltaron y huyeron hacia la terminal. No había pasaje para poder volver ese día por lo que Graciela se quedó en un bar donde paso toda la noche. El travesti se comunicó por mensaje de texto con la familia para avisarle que su hija estaba bien y que había sido secuestrada por una red de trata.
Al día siguiente partió para Capital Federal, en Retiro ella contaba con $100 que el travesti le había dado para que pudiera llegar directo de la terminal a Ezeiza. Pero ella no hizo caso, tomo el subte y luego combinó con el tren eléctrico para terminar en la terminal de su localidad. Allí la esperaba su hermano en moto que la regreso a su casa.
A partir de ese día parece andar escoltada pero no solo por los medios, sino que también por alguien que la cuida. Hoy tiene a Yaggi su abogado que tramitó un subsidio de $1.500 mensuales, además de continuar con el juicio.
Su mirada esta triste, pero su cuerpo liberado de la exclavitud sexual.
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